Gabriel Orozco Maldonado/Séptimo Cantón
Tepic-. Al pasar el tiempo, unas cuantas gotas de agua salada pueden triturar las rocas más duras, convirtiéndose en abono de las plantas de papiro. Puede un rostro de mujer tener la mirada más dulce y sembrar margaritas o rosas, teniendo como frutos las más grandes muestras de fe y el más tenue sacrificio de noches y días, convertidos en las alas de su alma, que dejaron por herencia el porvenir en aquel corazón infantil que se convirtió en guerrero.
Arturo Guerrero Benítez, nace el 18 de abril de 1970, en la clínica del ISSSTE Tepic, es hijo de Rosa Margarita Benítez Fuentes y Arturo Guerrero Salas, dos maestros rurales. En la época que dio sus primeros latidos a la vida, su linaje ya contaba con tres hermosas niñas, vivían en el poblado de San Vicente, municipio de Rosamorada, en ese poblado nació otra integrante de la familia, siendo en total cuatro mujeres y un varón. Tras la estadía en el norte de la entidad retornan a Tepic con la finalidad de tener mayores oportunidades. Precisamente, su padre Arturo, egresado de la normal rural de Xalisco, con la ilusión de ofrecerle más a sus pequeños acepta una plaza en San Pedro Río Mayo, Sonora, cerca de Navojoa, sitio en donde sufre un lamentable percance y pierde la vida. Su madre se queda con la responsabilidad de la manutención de sus cinco hijos, trató de que el pan nunca faltara a su mesa, por ello trabajó dos turnos, por la mañana y la tarde, ella fue maestra de la vida y del amor hacia sus hijos, tres de ellos cursaron el nivel primario, junto a ella aprendieron a leer de una manera ágil a la mitad del ciclo escolar. La maestra Margarita, siempre encabezó con sus grupos a los alumnos que mejor sabían leer y redactar. Arturo Guerrero, creció con el método global fonético del maestro Severiano Ocegueda, que por cierto fue inspector de la zona escolar en la que él estudiaba, un hombre imponente y exigente.
En Nayarit, hay historias y ejemplos de trabajo, como el caso de Arturo Guerrero Salas, quien accedió a una entrevista para narrar parte de su vida y trayectoria en el periodismo.
¿Tuvo una niñez feliz?
Sí, claro. Era un tiempo en el que la vida transcurría de otra forma y yo recuerdo cosas que quizás ya no veo, a veces piensa uno que la vida ya no es así porque uno dejó de vivirlo, pero lo cierto es que esos ambientes, esos barrios, ya no se ven. Hoy vive uno en colonias donde no te saludan, pero no por falta de educación, sino falta de tiempo, la gente sale muy temprano a trabajar y regresa muy tarde, solamente un buen día. Yo recuerdo a la colonia San José, la magisterial, donde fui inmensamente feliz. Se jugaba el futbol en la calle, el trompo, los carritos, las pichas, esos niños de entonces son todavía mis amigos, los más grandes fueron en mi infancia y mi adolescencia, quizás en mi juventud, porque se construyen sin malicia, ni interés, es amistad autentica. Muchos son mis compadres, casi no los veo, pero es cierto lo que dicen; los grandes amigos puede que no los veas en años, pero sabes que ahí están. Estuve en el pentatlón desde los 9 años, llegué a ser jefe de la sección militar del estado mayor del Pentatlón, deseé ser militar, pero no daba la edad, tenía 14 años, tenía que tener una dispensa. El futbol fue mi pasión. La niñez fue la mejor etapa de mi vida.
¿Qué decidió estudiar en su etapa como estudiante?
Me metí a la escuela de derecho, pero me hubiera gustado también haber estudiado otra carrera. La verdad es que, de ser muy vivo para las matemáticas, en la secundaria me hice no tan buen estudiante de matemáticas y entonces cuando elegí la carrera, pues siempre quería que no hubiera matemáticas, ni química y elegí derecho. Estando en la carrera, en tercer año, yo trabajaba en la preparatoria México, donde yo era una especie de administrador y hacía de todo en la lonchería. Estando ahí, en 1990, un amigo mío llamado Alfredo Arrizon, me invita a trabajar al periódico 8 columnas como corresponsal, porque la prepa México era filial o es filial de la Universidad Autónoma de Guadalajara, y el periódico 8 columnas nació como un proyecto para los estudiantes de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UAG. Luego le platiqué a mi mamá y ella, como todas las mamás, tenía mucha experiencia, mucha sabiduría. Primero me dijo que estaba muy bien, pero luego muy a su estilo me dijo “oye, en la vida se empieza siempre de abajo”. Eso que yo quería hacer no era precisamente empezar de abajo, no me lo dijo textualmente, pero inferí que ella pensó que un fracaso me podría afectar, tras pensarlo, le dije que no a mi amigo. Luego encontraron a otro que dijo que sí, ese fue Dolores Galindo “Lolo”. En marzo de 1990 me invitaron como reportero, entonces pensé que ya no iba tener toda la responsabilidad y acepté en el diario 8 columnas. Evidentemente de periodismo yo no conocía nada.
¿Con quién aprendiste?
Yo no tenía idea de lo que hace un reportero y dije que sí, pues además me señaló Alfredo Arrizon, que parte del trabajo lo iba a formar a uno. El 13 de marzo recuerdo que había una gira de trabajo del presidente Salinas y entonces fui. Yo no sabía ni escribir a máquina, hacia mis notas a mano. La corresponsalía era en la casa de Lolo Galindo por la calle Hidalgo, pasando la Constitución. Carmen Martínez, era la secretaria, hermana de Javier Martínez, que trabaja en el DIF. A ella yo le pasaba mis escritos, para luego enviarlos por una computadora, ella mediante el teléfono lo conectaba, era algo muy avanzado para la época. En aquel tiempo solo había fax. Yo recuerdo haber salido las primeras veces con nada, Conrado Vázquez, era el jefe de la sección de occidente y él había venido para platicar que es lo que se tenía que hacer. Mis primeras notas eran la falta de recolección de basura en las colonias Mololoa, los teléfonos en mal estado, con una redacción que debió haber sido de mucho que desear en ese tiempo. Allá en el periódico había quien las corrigiera. Empecé a relacionarme, a conocer gente. Lolo, es un tipo más extrovertido, con él me pegué a seguir la calle, ahí conocí a Paco Ocampo, Pedro Pulido, Bernardo Macias, etc. Con ellos aprendí a reportear y a más o menos redactar. Trabajé hasta 1993, ya había salido de derecho en la generación 87- 92 un año antes, en enero de ese año pedí la mano de mi esposa. Yo ganaba 200 pesos más todo lo que se acumulaba de apoyos en las dependencias, era algo muy común y de lo que también se va aprendiendo en el camino. El gobierno tenía listas, como tiene todavía, listas de apoyos a periodistas y en esas listas me fui incluyendo por recomendación de esta gente que ya era más grande y así era el periodismo. Pedí a mi esposa en enero y en febrero me corrieron del periódico. Entonces yo fui a Guadalajara y hablé con Conrado Vázquez, quien me dio ánimos y me dijo que me iban a despedir, me dijo “en esos tres años he visto tu avance” tienes madera de periodista, la vas hacer. Una licenciada llamada Patricia, recuerdo, en una oficina muy grande empezó a darme un rosario de quejas mías, “que tal día no fuiste a trabajar”, entre otras cosas, luego me pregunta ¿Tienes algo qué decir? Le dije sí, la verdad es que quiero darle las gracias por la oportunidad que me dieron de trabajar. Me dijo, no, de esto que te estoy diciendo. Le contesté, todo está muy bien, me salí ya despedido, vi a Conrado, le dije adiós. Ya entonces tomé el camión, me tocó en la parte de atrás, venía yo pensando ¿qué voy hacer? Ya con el compromiso de matrimonio. Posteriormente me encontré al “Cocoy” José Torres Zamora, él era dueño del periódico el Cotidiano y me dio trabajo. Yo ganaba 200 pesos a la quincena en el 8 Columnas, “Cocoy” me pagaba 150 pesos a la semana, es decir, que había mejorado un poquito el salario. Me casé el 22 de mayo de 1993 y regresando de la luna de miel me andaba buscando “el Pipiripau” Edgar Arellano, él me invitó a trabajar al periódico EXPRESS y me pagaba 800 pesos al mes. En un año había duplicado el salario y ahí me quedé del 93 al 95, ahí coincidí con Antonio Tello, él era el jefe de redacción, hacíamos una revista que se llamaba Pulso, muy buen trabajo. Hice suplencias en radio Korita, estuve con Bernardo Macias Mora. En 1995 había una muchacha que se llamaba Gabriela Rivera, ella pidió un permiso y me contrataron temporalmente 15 días, pero ya no regresó y se abrió esa posibilidad.
Yo recuerdo que iba con mi comadre Gricela Villa y ella me invitó a trabajar en la televisión, también estaba la otra oportunidad de la radio, pero me decidí por esta última porque en la tele pagaban menos y había que dar una factura, todavía estaba de gerente Arnulfo Nuñez Iglesias.
Yo en las mañanas trabajaba con Pedro Pulido, pero pasaba algo que a Bernardo le incomodaba. En Nayarit no se genera tal cantidad de noticias, la misma se reproduce en todos los medios, actualmente igual, ya cada empresa le da su enfoque. Las notas que salían en Notisistema, pues salían en la televisión e Infornay y eso le molestó a Bernardo. Adicionalmente a esa nota empecé yo a ir a los mercados, que para efecto de la radio era oro puro, ya que traías la agenda social.
Duré un año, un día me habló Bernardo y me dijo que estaba despedido, le dije ok. Arnulfo Núñez Iglesias, apenas la semana pasada de ese tiempo me había felicitado por una nota y era muy amable conmigo, dije, pues ni modo. Decía mi mamá que siempre hay que ser agradecido y dejar las puertas abiertas, por ello fui con don Jorge Mondragón González, con el que me había corrido, todo esto lo fui construyendo después y entendí lo que había pasado, ya que me dijo don Jorge; “Arturo, yo no sé porque te vas”, me quedé sorprendido, pues se suponía que me había corrido. Bernardo, nunca pensó que yo iba ir a decirle a don Jorge, al final ya no quise problemas, pero a los años supe que el señor Mondragón no fue el que me corrió. La vida te quita algo porque te da otra cosa, sino me hubieran corrido del periódico 8 Columnas, seguramente me hubiera estancado. Después trabajé en el ayuntamiento de don Félix Torres Haro, ahí Pedro Pulido era el director de Comunicación Social, yo era el redactor de noticias del ayuntamiento.
¿Pedro Pulido, te forma periodísticamente?
Yo creo que es muy difícil que yo pueda decir que alguien en lo particular. A mi me gustaba como relataba Oscar González Bonilla, en la radio. Mi gran aspiración fue llegar a Notisistema, cuando era un noticiero. Pedro, fue una gran influencia y un gran apoyo en esos años, sin duda. Paco Ocampo lo fue también, porque con él conviví en el ejercicio del periodismo y en la borrachera que era muy del periodista de ese tiempo. De 1990 a 1996, trabajé en los medios, lo hice hasta en tres periódicos al mismo tiempo, trabajé en el Avance, Express, en la revista Pulso, también en la radio. Pedro fue una gran influencia, un gran amigo. Pedro era un gran reportero, como lo era Paco Ocampo, también. De ellos aprendí a no preguntar «pendejadas», entender el ángulo de lo que el tipo te está hablando, buscar el ángulo más interesante. No ha transcribir, como muchos una entrevista. Trabajé en el ayuntamiento del 96 al 98, en algún tiempo me quedé al frente porque Pedro tuvo un problema de pancreatitis que lo mantuvo muchos meses fuera. Él regresó, las cosas seguían caminando, uno le metía creatividad y salí el 28 de marzo del 99, le dije al presidente municipal don Félix Torres Haro, que muchas gracias, me fui sin ninguna otra oportunidad. Le hice después guardia a mi compadre, Antonio Tello, durante un mes en la entonces casa de campaña que estaba por la calle Hidalgo, eran los tiempos de Antonio Echevarría Domínguez. Al mismo tiempo, iba al Meridiano, platicaba con el doctor David Alfaro, él me quería meter a la campaña de Lucas Vallarta, con la esposa de él, pero no se hizo allá y acá mi compadre Tello, siempre buscando una posibilidad y el 11 de mayo de 1999, en una comida en el Marlín, que había invitado la entonces senadora Rita Esquivel, que era la jefa de Tello, gracias a la gestión de él, ella me aceptó en la campaña con tareas muy especificas para hablar a la radio, la televisión y ahí a las tres semanas Tello me manda con la señora Martha Elena García de Echevarría, a cubrir una agenda de trabajo, ahí la conocí. La señora Martha me invitó al DIF, pero previo a esto ella pregunta quién va ser el encargado de comunicación, le dice a Tello que quiere a Roberto, el muchacho que la ha acompañado, le dice Tello ¿Arturo? Ha, ese. La señora confundió el nombre y me incorporé con ella, ahí entré a otra dinámica de la comunicación, la de gobierno. Fui coordinador de comunicación del DIF con la señora Martha Elena, ahí duré hasta enero del 2002 y me invitó don Antonio Echevarría Domínguez, el 22 de enero de ese año fui director de comunicación social del gobierno de don Toño, donde previamente había sido Antonio Tello, Manuel Stephens y Andrés Gaytan.